Wednesday, November 16, 2005

"El futuro, amigo. El futuro"

Bien, esta es la corta historia de un hombre que se suponía tan poco importante que no sabía hacer otra cosa que perder el tiempo. Iba, volvía y venía de un lugar a otro sin pensar por qué lo hacía, por qué caminaba o por qué acaricia constantemente con los dedos un cigarrillo medio deshecho. Se permitía el lujo de levantarse de la cama sin despertarse. Dedicarse a lo que más le gustaba. Qué le gustaba. Observar las caras de asco de la gente cuando depositaba la basura en los contenedores. No tenía pensamientos muy claros, lo que se agradece cuando la mayoría de personas que conoces te avasallan con subnormalidades del tipo, “pues yo creo que está bien”, “nos estamos haciendo mayores” o “por qué”. Sí, por qué –a mí que me importa el por qué de las cosas, yo soy un hombre sencillo sin idea alguna- decía el hombre que se suponía poco importante.
A veces hablaba con algún chucho que otro. Para contrastar opiniones sobre la forma que tenían los animales de vagar por las calles siempre de lado, en zig-zag. Otras veces hacía creer a la gente que tenía codos pero no antebrazos, -los peces piensan que nadan con los brazos pero ellos no saben que sólo los hombres tenemos dedos en los pies- acostumbraba a gritar a la salida de la iglesia, momento en el que las ancianas volvían a ponerse sus abrigos, con todo lo que eso suponía.
Lo cierto es que esta es una historia tan corta que cuando el hombre que se suponía poco importante quiso suspirar para no darse cuenta de que el tiempo se agotaba falleció.
Bueno, hay quienes viven mejor que otros y quienes aprovechan mejor el tiempo que otros.

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